11/01/2007

Entrevista al intelectual estadounidense Noam Chomsky

"América Latina es el hogar de los movimientos populares más significativos del mundo"

Fernando Bossi



Fernando Bossi: La agresiva política exterior de los Estados Unidos se sostiene también sobre un apoyo significativo de su propia ciudadanía ¿es correcta esta afirmación?, de ser así ¿es posible en estos momentos revertir esa tendencia? ¿Qué rol ocupará en un futuro, según su criterio, el bloque Latinoamericano Caribeño de Naciones? ¿Qué valor estratégico le otorga a la unidad de países de América Latina y el Caribe? ¿Se concretará en el siglo XXI el sueño de Simón Bolívar?

Noam Chomsky: El término «tolerancia» es generalmente más exacto que «apoyo». Ha habido épocas de verdadero apoyo a la política extranjera: por ejemplo, durante la Segunda Guerra Mundial. Pero el apoyo es generalmente tibio, y tiene que ser despertado espantando a la población con las imágenes de demonios alrededor para destruirnos, alcanzando a veces proporciones que serían cómicas si los efectos no fueran tan trágicos. Por ejemplo, en 1985, cuando Reagan, temblando en sus botas de vaquero, declaró una Emergencia Nacional en el miedo por las hordas nicaragüenses que estaban solamente a dos días de viaje de Harlingen, Texas. Es bastante usual para el público oponerse a la política exterior, como en los casos que mencioné: Cuba e Irán. Y hay muchos otros. El abismo entre la opinión pública y la política pública es muy grande. Ambos partidos políticos están muy a la derecha de la población sobre una multitud de cuestiones primordiales, una razón de porqué las elecciones tienen que ser controladas de tal modo para evitar discusiones y enfocar en imágenes e ilusión. Las elecciones son controladas por las mismas instituciones que venden el dentífrico y automóviles con anuncios de TV, y mercadean a los candidatos de igual modo. Uno no espera aprender sobre una materia de un anuncio de TV, bien sea que lo que se esté mercadeado fuese un dentífrico o un candidato.

Hay poca duda que la tolerancia o el apoyo basado en el miedo fabricado pueden ser invertidos, como ha sucedido en el pasado. Pero tales acontecimientos no ocurren por sí solos. Requieren la acción concertada, y la solidaridad internacional - que, afortunadamente, en años recientes se ha elevado por entero a nuevos niveles, un desarrollo muy prometedor, simbolizado por los movimientos de solidaridad, los foros sociales, y mucho más.

Volviendo a América Latina, Centroamérica al menos temporalmente ha sido sometida por el terror Reaganita. México siempre ha sido sumamente volátil. En 1990, un Taller de Desarrollo de Estrategia de la América Latina en el Pentágono 1990 encontró que las relaciones estadounidenses con México eran «extraordinariamente positivas», aunque los participantes expresaran preocupaciones tales como que «una apertura democrática» en México podría poner a prueba la relación especial al llevar a la dirección un gobierno más interesado en «desafiar a Estados Unidos en los argumentos económicos y nacionalistas». Un objetivo primario del Tratado de Libre Comercio (NAFTA) era «encerrar a México» dentro de las reformas neoliberales de los años 1980, que tenían sus consecuencias habituales, de modo que incluso si una temida «apertura democrática» ocurriera, los esfuerzos populares para «desafiar a Estados Unidos sobre razones económicas y nacionalistas» serían impedidos según las obligaciones del tratado, y según las disposiciones económicas y sociales que NAFTA institucionalizaría. Pero aquella contienda está lejos de terminar.

Desde Venezuela a Argentina, América Latina ha estado sacudiéndose el control, y por primera vez desde las conquistas españolas está moviéndose hacia adelante en lo que podría ser la exitosa integración, un requisito previo para la independencia significativa. Ambos de los instrumentos tradicionales de predominio han estado perdiendo su eficacia: violencia y control económico. Y América Latina comienza a llegar a acuerdos en algunos de sus terribles problemas internos. Los siglos de predominio imperial dejaron las sociedades que en gran parte fueron separadas una de la otra, pero también bruscamente escindidas internamente, con una pequeña élite rica, típicamente blanca, orientados hacia el Oeste antes que a la región y con poco interés por la población nacional.

Los contrastes con el Asia Oriental en varias décadas pasadas son instructivos.

América Latina es mucho más rica en recursos, pero se ha quedado muy atrás. Más bien generalmente, a partir de los años 1980 América Latina ha sido un estudiante fiel de las máximas neoliberales, y la vasta mayoría ha sufrido; Asia Oriental en gran parte no hizo caso de ellas, y se desarrolló. América Latina lidera al mundo en la desigualdad; Asia Oriental ha sido relativamente igualitaria. América Latina estaba más abierta a la inversión libre extranjera y a la importación de objetos de lujo para el rico, lo que algunos analistas han llamado «el encanto del extranjero». En Asia Oriental la inversión fue dirigida por la política nacional, que también insistió en la transferencia de tecnología, y las importaciones fueron enfocadas en bienes de capital para el desarrollo. El desarrollo económico latinoamericano permanece en gran parte concentrado en la exportación de bienes primarios, mientras Asia Oriental ha planificado su subida en la escala del desarrollo con la manufactura y avanzó en la tecnología en mucho mayor grado. Por estos y otros motivos el modelo de desarrollo ha sido drásticamente diferente.

Pero las cosas están cambiando. América Latina es el hogar de los movimientos populares más significativos del mundo. Hay un despertar de las poblaciones indígenas. Éstas son fuerzas poderosas para la democratización, justicia social, e independencia y progreso económicos. Por estos y muchos otros medios, Sudamérica se ha convertido en la región más apasionante del mundo. En parte como una consecuencia de su larga lucha contra la dominación extranjera, América Latina, en el pasado, ha conducido al mundo en el progreso hacia la justicia social y derechos humanos. El Nuevo Trato de Roosevelt estuvo inspirado en parte por la jurisprudencia latinoamericana liberal y la rebelión contra la autoridad impuesta. La Declaración de Derechos Humanos de las Naciones Unidas es un punto significativo de referencia para el progreso, lejos todavía de alcance, pero no menos relevante en articular y en guiar las aspiraciones. Su enfoque sobre derechos sociales, económicos y culturales debe mucho a iniciativas latinoamericanas en la formulación de la Declaración. Las palabras pueden adquirir un significado más rico por las nuevas fuerzas sociales que están emergiendo. Los pasos hacia la integración están vacilantes, pero son prometedores: dos ejemplos, sólo hace pocas semanas, la Conferencia de Líderes Sudamericanos en Cochabamba y los pasos adelantados hacia un Parlamento Mercosur en Brasilia un poco después.

Los asuntos humanos son notablemente difíciles de predecir — por una razón, porque los resultados dependen fuertemente de la voluntad y la elección. Podemos mirar esto como un pronóstico optimista.



para seguir leyendo toda la entrevista: rebelión

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