11/09/2010

Guantánamo: ¿excepción o regla?


Justicia al mejor estilo estadounidense para un niño soldado en el Guantánamo de Obama

Tom Dispatch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Introducción del editor de Tom Dispatch

En su segundo día en el Despacho Oval, Barack Obama prometió cerrar la prisión tristemente célebre de Guantánamo en el plazo de un año, pero como dijo recientemente el Wall Street Journal “rápidamente echó marcha atrás después de encontrar oposición de los republicanos y de algunos legisladores demócratas”. ¡Y esos fueron los buenos tiempos!

En el nuevo paisaje político post electoral, que indudablemente incluirá una tempestad de investigaciones republicanas del gobierno de Obama, no penséis por un segundo que Guantánamo pueda cerrarse. Además, los resultados de la elección probablemente asegurarán que se impongan las frecuentemente ridiculizadas comisiones militares en esa prisión y que simplemente se evapore cualquier plan para juzgar a presuntos terroristas en un sistema judicial civil

En términos de veredictos de culpabilidad, probablemente no importa ni un ápice. En términos de reforzar el sistema de Guantánamo, ciertamente importa. Pero, seamos realistas, Guantánamo –esa joya de la corona y Triángulo de las Bermudas del sistema offshore de injusticia del gobierno de Bush– está incrustado en nuestro mundo con tanta firmeza como el Departamento de Seguridad Interior, la Ley Patriota, y la Guerra Global contra el Terror (llámese como se quiera). El presidente Obama nos ha instado repetidamente a “mirar hacia adelante y no hacia atrás”, y a “volver la página” respecto a gran parte de la historia de la era de Bush. Pero seamos realistas, cuando se mira hacia adelante, se sigue viendo gran parte del legado de Bush. Pensad, por lo tanto, en Guantánamo como en un escalofriante monumento vivo a lo que Bush & Cía. arraigaron en nuestro mundo.

Lo mismo que en todos los aspectos del excepcionalismo estadounidense, sin embargo, Guantánamo no es tan excepcional como quisieran creer los que lo adoran o aborrecen, como el abogado (y periodista) Chase Madar deja en claro en su primera contribución a este sitio. Tom

Guantánamo: ¿excepción o regla?

    Justicia al mejor estilo estadounidense para un niño soldado en el Guantánamo de Obama

Chase Madar

Cuando estuve en Guantánamo hace algunos meses, una veterana periodista alemana dejó escapar que no le gustaba mucho el lugar. “Esto”, nos confesó a muchos de los periodistas presentes, “es el peor sitio que he visitado en toda mi carrera”.

No cuesta comprender por qué mi amiga amante de los superlativos se sentía así: estábamos cubriendo el caso de Omar Khadr, un canadiense de 15 años capturado después de un tiroteo con fuerzas de EE.UU. en las afueras de Kabul en julio de 2002, torturado e interrogado durante varios meses en la Base Aérea Bagram en Afganistán y luego transportado a Guantánamo. Acababa de llegar a un acuerdo de aceptación de culpabilidad que evitará un juicio ante una comisión militar en Guantánamo por cinco “crímenes de guerra”. Cuatro de ellos, especialmente inventados para la ocasión, no son reconocidos como crímenes de guerra por ningún otro tribunal del planeta. (Khadr se declaró culpable de todas las acusaciones y obtendrá por lo menos un año más en Guantánamo -incomunicado– y luego tal vez lo tranfieran a Canadá para los siete años restantes.)

Aparte de Khadr y alrededor de otros 130 prisioneros que pueden esperar un juicio algún día, Guantánamo también retiene a otros 47 prisioneros de la Guerra contra el Terror quienes probablemente permanecerán “detenidos” indefinidamente sin que los juzguen. Fue una de las políticas radicales de George W. Bush y Dick Cheney que ahora son alegremente defendidas por los peces gordos de los derechos humanos en el Departamento de Estado de Barack Obama.

Guantánamo y todos los demás sitios sin derechos de habeas corpus son ciertamente sitios deprimentes –y ciertamente hay algo detestable en cuanto a la primera convicción de un niño soldado desde la Segunda Guerra Mundial. En todo caso, no pude dejar de preguntarme si mi vehemente Kollegin había visitado alguna vez una prisión federal interna como la de Terre Haute, Indiana (cuya ala de máxima seguridad fue copiada hasta en el último detalle del Campo 5 de Guantánamo), o incluso nuestro atiborrado encierro estatal corriente y moliente, el tipo que uno pasa en la autopista sin siquiera darse cuenta, o una de las dilapidadas instalaciones de detención juvenil en el Estado de Nueva York que, como sabemos los abogados que hemos representado a jóvenes delincuentes, son infernales.

Semejantes prisiones carecerán del entorno exótico del Campo Delta de Guantánamo, pero no hay que olvidarlas. A riesgo de sonar exagerado, sucede que muchísimas prisiones olvidadas en el interior de EE.UU. también abusan rutinariamente de los reclusos, al estilo de Guantánamo, son incapaces o reacias a impedir la violación de reclusos, emplean la incomunicación sostenida a largo plazo, y compiten por superar o superan al waterboarding [asfixia simulada con agua], y en la práctica están a menudo fuera de la ley. El que se obtengan confesiones, verdaderas o falsas, mediante la violencia y amenazas, tampoco es una exclusividad de Guantánamo. No cuesta encontrarlas en nuestros 48 Estados contiguos. Y en cuanto al resto de nuestro sistema carcelario, ¿dónde están los periodistas alemanes indignados? ¿Por qué no hay “lores” ingleses que califiquen el supermax federal en Florence, Colorado, de “agujero negro jurídico” como calificó lord Johan Steyn a Guantánamo?



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