
En América latina fuimos invadidos, exterminados casi el total de los aborígenes en menos de cien años; sometidos, y, explotados… por el reino de España. A la hora de acercarnos a la historia, en las escuelas nos enseñaron una ínfima parte de esa historia que no solían – ni se suele – a veces mostrar, sobre todo el cómo – y para qué - llegaron al continente los europeos, e, imagino que en otras partes del planeta la información será igual o algo parecido. Pero sí nos hablan de lo que era, en la edad media, el reino de España. Eso, con el tiempo, sobre todo en América latina, crea una falsa imagen de lo que fue el Reino de los reyes católicos, y a falta de esa información, seguimos considerando que realmente ese reino existe.
Si en las escuelas además de contar la historia se explicara realmente quiénes viven y que naciones sin estado existen, además de los que países que sí lo tienen. Bien harían en enseñar cómo está compuesta la mayoría de países europeos. En que se sustentan los estados naciones de la actual Europa. Sólo así los estereotipos que la inmensa mayoría tenemos sobre ciertos países de la Europa actual, quienes llegamos estaríamos mucho más abiertos al conocimiento de las culturas, y al aprendizaje de las lenguas a los lugares que se llega.
Cuando llegas a la península Ibérica y con-vives en una ciudad determinada, la historia, la realidad de quiénes la construyen te ayudan a conocer un poco más sobre su cultura, su lengua, y, poco a poco la singularidad de esa ciudad, y de quienes viven ahí te hacen entender que, la “España” que conocemos, comienza a disiparse, ya no de lo que te contaron y te hicieron creer, si no de quiénes la componen. Descubrimos que dentro de esa noción “España” que no nación, existen pueblos, naciones sin estado, que sí viven su singularidad con mucha más claridad y dignidad que otros.
Esa España que nosotros conocemos en América latina, empieza a desmoronarse porque te empiezas a dar cuenta que, casi nadie, excepto los trasnochados y con mentalidad imperial, te hablan del reino de España. Hablando con españoles que todavía viven su españolidad. Discutiendo sobre temas tan manidos y que tienen que ver con; la conquista, la hispanidad, y el español como lengua, etc., se nos desvela otra faceta más de los otros pueblos sin estado, la identidad. Pero no sólo con las que existen en la península sino también con las de América latina.
Cuando los españoles nos preguntan a los latinoamericanos sobre la cultura, la lengua de nuestros países, nos damos cuenta que, difícil tarea tenemos quienes nos consideramos latinoamericanos, pero no, mayas, quechuas, Incas, aztecas, misquitos etc. nos consideramos en el fondo y de principio - sin más - como mexicanos, guatemaltecos, peruanos, chilenos y un largo etc. y para más inri tenemos una lengua común, “el español”. Cuando devuelves la pregunta y le dices, al español, que te interpela por tu lengua y tu cultura… y, que te explique qué es ser español, pero, ¿español como identidad?. Se aprecia un ligero pero largo silencio y empieza a decir entre otras cosas: toros, flamenco, tortilla de patata, cuando el titubeo se incrementa empiezan a aparecer vocablos como carnet, bandera y constitución. El tono de voz ha cambiado.
Un mohawk (mohawk lobo, símbolo de su tótem) en Quebec me sugirió lo siguiente respecto a los americanos: a él no le importaba decir que quienes habían llegado al continente se llamasen americanos. En el fondo, decía, lo son. “Ellos al llegar a este continente, le pusieron ese nombre, por tanto, ellos, son americanos y nosotros, mohawk, iroqueses, apaches etc.” lo mismo podemos decir de los aztecas, mayas, incas etc. que eran los – y son - originarios del Abya Yala, así, pues, para los indios del norte del continente de quiénes son americanos, está zanjado.
Sigamos con la península y sus naciones sin estado. Los vascos saben quiénes son. Los catalanes saben quiénes, qué quieren y a qué aspiran, los vascos también. Y ¿los gallegos?. En la castilla profunda me encontré con un amigo a quien le dije que me definiera el ser español. No se inquietó, ni hubo silencio, enseguida me dijo que él era castellano y que en el fondo no se sentía español, agregó que, cuando pensaba en su idioma y su cultura, se daba cuenta que el castellano, como lengua, lo hablan millones de personas en el planeta, y, sentía algo de alegría y tristeza porque su lengua la hablan millones y porque sabe cómo se impuso - su lengua - a la inmensa mayoría de los países de América latina.
Así como los mohawk saben quiénes son ellos y, saben, que americanos son los que llegaron. Los vascos, los catalanes, los castellanos, también saben quiénes son. Los Mayas, los Aztecas, los Incas, guaraníes, Quichuas etc. también tienen claro quiénes son. Quienes no se sienten parte de todas esas culturas son lo que difícilmente van a poder explicar de qué cultura vienen. Y en la península, quienes no terminan de encajar en eso que llaman España, son precisamente los que se dicen españoles. Porque a la hora de explicar qué es un español como cultura, lengua e identidad, lo tienen muy difícil.
No hace mucho un latinoamericano se me acercó a comentar algo de no sé qué poesía, y nos alargamos entre mate y café, hablando de cómo solucionar los problemas del mundo, no conseguimos ni calentar agua para el mate. El mundo sigue igual o peor y la hierba mate se nos terminó. Antes de despedirse me dice con aire de sorprendido que había leído en un libro que los reyes de España no eran españoles, uno era italiano y la otra de Grecia.
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