Brasil - Presidente Lula 2003-2006
Lula, incluso antes de su elección, firmó una carta de entendimiento con el FMI ( junio del 2002) para pagar la deuda externa, para mantener un excedente presupuestario del 4% (con posterioridad superior al 4,5%), para mantener la estabilidad macroeconómica y continuar con reformas neo-liberales. Encima de las elecciones, recortó drásticamente las pensiones de los empleados públicos en un 30% (y presumió de que él tenía el "valor" para llevar a cabo las "reformas" del FMI, en las que anteriores presidentes de derechas fracasaron). La política agraria se dirigió hacia financiar y subvencionar exportaciones del agro-negocio, mientras el programa de la reforma agraria se estancó e incluso retrocedió. La promesa de Lula a su "aliado", el Movimiento de Trabajadores sin Tierra (MST), para distribuir tierra a 100.000 familias cada año fue totalmente dejada de lado. Bajo el anterior régimen de centro-derecha del presidente Cardoso, 48.000 familias recibieron tierra cada año, en comparación a las 25.000 al año bajo Lula, quedando más de 200.000 familias acampadas junto a las carreteras bajo tiendas de plástico y 4,5 millones de familias sin tierra sin esperanza. Para "promover" la inversión de capitales, Lula introdujo una legislación laboral aumentando el poder de los patronos para despedir a los obreros y bajó el costo de la indemnización por despido. Los programas sociales de salud y educación fueron severamente reducidos en más de un 5% durante los primeros tres años, mientras que los acreedores de la deuda externa recibieron puntual (e incluso anticipadamente) los pagos de los 150.000 mil millones de dólares; haciendo de Brasil un "modelo" de deudor. Las anteriores privatizaciones, de dudosa legalidad, de la lucrativa petrolera (Petrobras), la minería (Vale del Doce), se ampliaron a bancos, a la infraestructura pública y a los servicios y telecomunicaciones - invirtiendo setenta años de historia - haciendo Brasil más vulnerable a la producción deslocalizada de propiedad extranjera. Las exportaciones de Brasil asumieron cada vez más el perfil de productor primario; las exportaciones de hierro, soja, azúcar, zumo de cítrico, y madera crecieron mientras que su sector industrial se estancó debido a los tipos de interés más altos del mundo, 18.5%, y a la bajada de los aranceles. Más de 25.000 obreros del calzado perdieron sus empleos debido a baratas importaciones chinas. Brasil, después de Guatemala, seguía siendo el país con las más grandes desigualdades de América Latina. La política de Lula en pro de la agro-exportación llevó a la explotación acelerada del bosque de lluvia del Amazonas y a profundas incursiones en el territorio indio brasileño, gracias a los recortes del presupuesto de las Agencias de Medioambiente y de Asuntos Indígenas.
Lula, en política exterior, envió tropas y funcionarios a que ocuparan Haití, para defender el régimen títere, resultado de la invasión orquestada por EE.UU. y la deposición del presidente electo, Aristide. Las diferencias de Lula con los EE.UU. sobre el ALCA eran claramente sobre la complacencia norteamericana con el "libre comercio" y no sobre defensa alguna de los intereses nacionales. Cuando Lula declaró, "el comercio libre es el sistema mejor, proporcionado a quien lo practica" - significaba su oposición a la protección y a los subsidios estadounidenses a la agricultura.
Los importantes ministerios económicos de Lula y los cargos en la banca central fueron dominados por banqueros de derechas, los ejecutivos corporativos y los ideólogos neo-liberales se unieron al FMI y las corporaciones multinacionales ocuparon los ministerios de Finanzas, Economía, Comercio y Agricultura; y el Banco Central.
Mientras Lula se opuso al golpe contra Venezuela en abril del 2002, patrocinado por los EE.UU., así como a otras medidas extremistas y habló a favor de una mayor interacción latinoamericana vía MERCOSUR, en la práctica sus principales políticas de comercio se centraron en ahondar sus lazos fuera de la región; con Asia, Europa y América del Norte.
Los datos empíricos en todos los indicadores importantes demuestran que Lula encaja más cerca del perfil de un político neo-liberal de derechas que de un presidente de "centro-izquierda". Los intelectuales y periodistas que clasifican a Lula como un izquierdista se apoyan en su bagaje social, sindical y ocupacional, de veinte a treinta años atrás y en sus teatrales gestos simbólicos populistas.
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