Conclusión
Hay poderosas fuerzas de izquierdas en América Latina y más tarde o más temprano disputarán y desafiarán el poder a los conversos al neo-liberalismo así como a sus aliados en Washington y en las corporaciones multinacionales. Más pronto, en el caso de Bolivia, donde el grado y alcance de las promesas rotas de Morales y el abrazo a la élite de los negocios ya han provocado la movilización de los sindicatos de clase, las organizaciones urbanas de masas y los campesinos sin tierra. Los movimientos insurrectos, sobre cuyas espaldas Morales llegó al cargo, están completamente intactos y sus líderes co-optados han sido reemplazados por nuevos militantes. Los "gestos" populistas y el teatro "folclórico" tiene sólo un palmo de tiempo limitado para la diversión ante la moliente pobreza de mineros con conciencia de clase y de los militantes indios de El Alto. Las fuerzas insurgentes que llevaron a Morales al poder también pueden derrumbarlo.
En los últimos 4 años, más de 3 mil millones dólares de ayuda militar de los EE.UU. han sido gastados en Plan Colombia por el régimen terrorista de Uribe que incluye 1.500 "consejeros" de las Fuerzas Especiales Estadounidenses y todavía no sólo no han derrotado a las FARC (Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), sino que han sufrido importantes derrotas en la última ofensiva guerrillera del 2005-2006. Uribe puede ganar la reelección a presidente pero gobernará en el mejor de los casos sólo la mitad del país.
En Brasil, el régimen de Lula y su control y co-optación de la clase colaboracionista de la confederación obrera (CORTE) ha llevado a la formación de una nueva confederación militante, ConLuta (fundada en mayo del 2006). La colaboración crítica del MST con el régimen de Lula ha llevado a un impás político, debates intensos y un marcado declive en el apoyo dentro y fuera de la organización, llevan esperanzadamente a una rectificación política y a una reorientación hacia la política de clase. La izquierda brasileña se enfrenta a una "larga marcha" hacia la recuperación de su formidable presencia. El caso es similar en Uruguay y Argentina: el nuevo "centro-izquierda" neo-liberal a diferencia de la vieja derecha ha co-optado a muchos de los líderes de los principales sindicatos y a algunos de los grupos de obreros desempleado a través de cargos en el gobierno, inclusión en las listas electorales al congreso y generosos estipendios.
Venezuela bajo el presidente Chávez permanece en pie como la más importante figura política que representa realmente un desafío gubernamental al imperialismo estadounidense. Ha llevado la lucha contra el ALCA y la invasión estadounidense de Haití; derrotó un intento de golpe de estado patrocinado por los EE.UU. y ha demostrado que bienestar social, nacionalismo e independencia política es viable en el Hemisferio. Pero como en Cuba, Chávez, no sólo se enfrenta a la agresión estadounidense del exterior sino a contradicciones internas. Muchos funcionarios de su partido (La Quinta República), del aparato estatal y sectores del ejército no están a favor de su propuesta de Socialismo para el Siglo Veintiuno. Entre Chávez y los 10 millones de votantes que lo apoyan hay un aparato político de credenciales políticas dudosas con excepciones notables. Igualmente Fidel Castro ha hablado de una amenaza interior profunda de una nueva “clase” de ricos emergiendo de la escasez del Periodo Especial (1992-2000) y de la apertura al turismo. Ha convocado a una nueva revolución dentro de la revolución. Si hay ' Nuevos Vientos de la Izquierda soplando en América Latina' estos vienen del llamamiento de Fidel para una nueva revolución dentro de la izquierda, de la insistencia de Chávez en que el socialismo es la única alternativa al capitalismo, de los nuevos líderes de masas de Bolivia, Brasil y en otras partes así como del avance de los 25.000 miembros del movimiento guerrillero de Colombia.
Los regímenes de “centro izquierda” y sus partidarios intelectuales de izquierdas representan un epitafio triste a la generación radical de los años setenta y ochenta: son una fuerza gastada, falta de ideas críticas y de propuestas audaces para desafiar al imperialismo y al orden capitalista. No tardarán en desvanecerse; tienen demasiado de una estaca en el sistema actual. Una nueva generación de líderes populares, intelectual-militantes auto-didactas, y jóvenes está surgiendo en los consejos urbanos de El Alto, en los nuevos sindicatos de orientación de clase en Brasil, entre los estudiantes que se unen a los combatientes campesinos en las selvas de Colombia. Ellos son los "Vientos de la Izquierda" en América Latina.
Por el criterio normalmente entendido de izquierda, los regímenes de “centro izquierda” latinoamericanos saludados por muchos intelectuales como "los Nuevos Vientos de la Izquierda" fracasan al pasar la prueba: ninguno sigue políticas redistributivas; la mayoría ha llevado a cabo políticas presupuestarias regresivas, han subvencionado a los grandes negocios y reducido los gastos para política social; han aplicado selectivos programas de austeridad por clases, perjudiciales para los trabajadores que perciben el salario mínimo y para los empleados públicos de bajos sueldos en servicios de salud y educación; las privatizaciones - legales e ilegales - han estado ampliadas y ahondadas, incluso las de minas lucartivas de propiedad pública y de sectores de la energía; se ha dado un acceso privilegiado a los inversores extranjeros a los mercados locales, a mano de obra barata, a empresas privatizadas y a los bancos.
Mientras ninguno de los llamados regímenes de "centro-izquierda" puede considerarse de "izquierdas" hay algunas variaciones en el grado de conformidad con el modelo neo-liberal. Kirchner ha encauzado algo del excedente económico para financiar el desarrollo capitalista nacional y apoyar algunos controles del precio de algunos artículos de alimentos básicos y las tarifas de la electricidad, mientras Lula ha estado en el otro extremo perjudicando las manufacturas nacionales con una sobre valoración del real brasileño y exorbitantes tipos de interés que favorecen al capital financiero.
Morales combina las políticas extremas en pro de la inversión extranjera de Lula, sobre todo en minerales y petróleo con una política de incremento de impuestos en la minería, gas y producción de petróleo de propiedad extranjera. Al tiempo que la mayoría mantiene tropas en la ocupación de Haití, patrocinada por los EE.UU. y continúa apoyando las bases militares de los EE.UU. en Bolivia y Brasil, son unánimes en oponerse a la intervención directa en Venezuela de los EE.UU.. Mientras la mayoría promueven programas minimalistas de subsistencia y contra la pobreza, ninguno sigue cambios estructurales sobre la tenencia de la tierra y las inversiones públicas para crear empleo y llegar a la raíz de la pobreza.
La política estadounidense diseñada y ejecutada por uno de los regímenes derechista más extremista en la reciente historia occidental ha llevado a algunas fricciones, particularmente en su intento de imponer acuerdos de libre comercio no-recíprocos y una base legal para castigar a regímenes electos por no alinearse a los dictados de los EE.UU.. Dentro del marco de la política neo-liberal, estos regímenes se enfrentan a fuertes presiones de las organizaciones populares y a las amenazas renovadas de la acción directa de las masas. Esto en sí mismo sirve para presionar a estos regímenes a hacer gestos simbólicos de independencia y oposición frente a las exigencias del régimen de extrema derecha imperialista de Bush. Sería sin embargo un error considerar éstos gestos de los regímenes como una señal de un importante reavivamiento de la izquierda cuando de hecho el crédito es debido a los movimientos de masa de fuera del régimen que piden algo más que gratificación simbólica y un giro acusado hacia transformaciones socio-económicas sustanciales.
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