9/11/2007

Las ONG y el imperialismo

SEGUNDA PARTE




Las revoluciones “de color” en Europa oriental son ejemplos recientes característicos de la “promoción de la democracia” al servicio de los intereses occidentales. También en Haití, se crearon diversas ONG para promover la idea que Estados Unidos y Canadá tienen de la democracia. Politics Without Soveregnty lo explica así: Desde 1998, la USAID [Agencia estadounidense de Cooperación para el Desarrollo] y el DFID [Departamento británico para el Desarrollo Internacional], entre otros, empezaron de forma sistemática a subcontratar a ONG internacionales, entre ellas CARE, ActionAid, Save the Children, Oxfam y Concern International, para “poner en marcha las capacidades de la sociedad civil”

Según un reciente artículo publicado en el Vancouver Sun, casi una quinta parte del presupuesto de la Agencia canadiense de Ayuda Internacional al Desarrollo [CIDA], unos 600 millones de dólares, se invierte ahora en iniciativas dirigidas a “promover la democracia”. El pasado octubre, la CIDA creó un departamento para el buen gobierno democrático. Desde luego, Estados Unidos es el principal donante para la promoción de la democracia con el National Endowment Democracy a la vanguardia. Su base de datos de proyectos democráticos coordina 6.000 proyectos en todo el mundo.

Los agentes económicos y sociales del imperialismo también benefician a las ONG. El neoliberalismo, impulsado por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la USAID, CIDA, etc. alimentan a las ONG. Cuando los estados obligados a un reajuste estructural desmantelan los servicios sociales, se ven inundados de ONG.

Tomemos a Ghana como ejemplo. Desde finales de los años 1980, una serie de programas de ajuste estructural, han empequeñecido el papel del Estado en la economía. Los países donantes que impulsan el neoliberalismo alegan que si bien las reformas pueden acarrear problemas sociales, su ayuda y las ONG ayudarán a reparar esos efectos colaterales.

Volviendo a finales de los 1980, la ex presidenta de la CIDA, Margaret Catley-Carlson, exponía a los ghaneses: “Sabemos que si adoptan este programa de reformas [del FMI] tendrá costes para ustedes. Los precios de sus productos alimentarios va a subir y en las zonas urbanas va a resultar muy desestabilizador. Por ello, pondremos en marcha un programa de ayuda alimentaria (probablemente gestionado por ONG) y les ayudaremos durante este período muy difícil”.

El proceso de prescindir del Estado ha tenido como consecuencia una dependencia cada vez mayor. Con cierto orgullo, Jeanine Cudmore, de la Social Enterprise Development Foundation, financiada por la CIDA, recientemente declaró al Montreal Gazette que en el norte de Ghana “el Gobierno depende de las ONG”.

Cuando en 1994, Estados Unidos repuso en el poder a Aristide fue con la condición de que pusiera en marcha un programa cuya prioridad era reducir el Estado. Las instituciones internacionales de crédito adujeron que el reverso de la reducción del aparato gubernamental sería el aumento de la ayuda, en particular a través del sector privado de las ONG. Esta “ayuda” monetaria sería canalizada hacia proyectos como escuelas y hospitales gestionados por ONG privadas no lucrativas.

Un informe de la CIDA publicado en 2005 afirmaba que en 2004 “los agentes no gubernamentales (lucrativos y no lucrativos) estaban a cargo del 80 por ciento de los servicios básicos en Haití”. Si bien es cierto que una escuela dirigida por una ONG puede ser mejor que no tener escuela, una serie de escuelas dirigidas por ONG no constituye un modelo ideal de desarrollo.

La Agencia canadiense para el Desarrollo así lo ha reconocido. Según ella, “apoyar a las ONG contribuye al establecimiento de unos sistemas de prestación de servicios paralelos... En el caso de Haití, estos agentes (ONG) han servido para salvar las dificultades de trabajar con el Gobierno... lo que ha contribuido al establecimiento de una red de prestación de servicios paralela, que afecta a la legitimidad, capacidad y voluntad del Estado para la prestación de servicios básicos”.

Las ONG se benefician significativamente del moderno imperialismo: suavizan las aristas del neoliberalismo y, al mismo tiempo, la promoción de la democracia y las intervenciones militares producen una serie inesperada de contratos. Quizás la pregunta que debe plantearse sea: ¿Son compatibles las ONG para el desarrollo con la verdadera democracia?

En Canadá y muchos otros países, la mayoría de la gente, incluidos quienes se sienten de izquierdas, se oponen a las clínicas privadas por considerarlas una amenaza a nuestro sistema universal de salud, gestionado por el Gobierno. Todo el mundo considera que las escuelas públicas son un elemento fundamental de la democracia. Los ciudadanos del primer mundo exigen que sus gobiernos presten los servicios sociales.

Sin embargo, el modelo de ONG para el “desarrollo” que se postula para el tercer mundo en las dos últimas décadas implica la destrucción de los servicios gubernamentales y que se encarguen de ellos las ONG que estén dispuestas a participar en esta socavamiento de la democracia.

Si usted encuentra algo progresista en ello, obtendrá malos resultados en el test planteado al principio.

* Yves Engler es autor de dos libros: Canada in Haiti: Waging War on the Poor Majority (con Anthony Fenton) and Playing Left Wing: From Rink Rat to Student Radical, ambos publicados en RED/Ferwood y disponibles en www.turning.ca
Traducido del inglés para La Haine por Felisa Sastre

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